sábado, 21 de septiembre de 2013

Baldío

En mi defensa diré que el mundo ya estaba hecho y rehecho cuando yo nací.
Vaga defensa que se pierde entre las sábanas de los sueños prohibidos y lacrimosos que se quedan a medio camino entre el cielo y el infierno.
Nariz con nariz respiro el oxidado olor a tabaco que deja una pseudo-política tan añeja y resquebrajada como las paredes húmedas y macilentas de una cárcel carente de ladrones y  mangantes que están disfrazados de corbata y barbas bien cuidadas.
Somos absolutamente incapaces de dejar nuestro cómodo sofá en el que tenemos perfectamente marcada la forma de nuestras nalgas y que se ha convertido en apoyadero de nuestro siempre fácil contemplar de una vida que dejó de pertenecernos para ser el tráiler de una comedia que nunca se estrenará.
Ni siquiera el olor a rancio, a purulento, a pasado, a podrido, putrefacto y corrompido de las mentiras que nos cuentan a la cara con la sonrisa de la Gioconda obran en nosotros el mínimo de avivar un gesto de desprecio a la conformidad y avenencia a la que somos más fieles que a nuestras propias parejas.
Sin duda, el agua que bebemos y el aire que respiramos desprenden y destilan la ponzoña característica de una paz tan revuelta que se ha convertido en “kumis” agriado y vacilante en medio del hambre a la que parece que nos hemos adaptado.

No te abrumes, no busques culpables en la pantalla del televisor, ni en los periódicos ni en tu Tablet; búscalos en el espejo en el que te reflejas al lavarte los dientes, búscalos en el sofá del que parece que no te quieres levantar

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