lunes, 7 de octubre de 2019

Calma.

La vida es eso que pasa entre tu última publicación y conseguir darte cuenta de que esa había sido la última publicación. 
La vida tiene sus más y sus menos y aquí vamos, en los menos intentando que sean “más”; intentando descifrar en qué consiste la relación entre el sentimiento y su descripción; de dónde viene la inspiración; cómo alcanzar a la musa (o cómo llamarla); cómo escribir un texto de más de 30 líneas y que tengan sentido; cómo ponerle nombre a los sentimientos que ya están inventados. Porque seamos sinceros, todo está inventado y tenemos que usar palabras como “remix” o “vintage” para justificar la compra de algo viejo como nuevo.
Leo y releo palabras que no suenan mías, que no recuerdo. Rebusco en mi pecho: cierro los ojos y respiro profundo como si quisiera robar todo el oxígeno de mi habitación. Registro cada recoveco y rastreo con mi olfato preguntándome por los olores que harán, por arte de magia, que las palabras broten de mis dedos sin necesidad de organizarlas en sujeto, verbo y predicado. 
Desvelo con nerviosismo la capa protectora que existe entre la piel y los pulmones para reconocer ante el espejo que la frustración incapacita el intelecto y bloquea la creatividad. Que el autosabotaje puede tener otras causas y no solo el miedo. 
Sí, escribir lo hace todo el mundo pero no todo el mundo es escritor; todo el mundo respira y vive y no por eso podemos llamarlos seres humanos. 
De la misma manera existen seres vivos que se dedican al mercado de la política pero no por eso debemos llamarlos políticos. 
Recapacito. Vuelvo a mirar al espejo. Respiro. Escudriño dentro de mis ojos marrones. Sonrío y el espejo me devuelve la sonrisa —menos mal—. Cuento hasta tres.
Calma. 
Parpadeo y confirmo que el “bum, bum, bum” no es mi corazón; no es el pecho dilatándose y contrayéndose. Es el teclado. Son mis dedos. Son las letras que se juntan unas con otras para crear frases con sentido (consentidas).
No escribo, solo respiro. Respirar es fácil, escribir no. 

jueves, 19 de septiembre de 2019

Animales políticos.

Infieles. Nos va la infidelidad, nos apasiona el engaño. Somos inconformistas por naturaleza y siempre buscamos lo mejor para nosotros ya sea libre o ajeno...
Nos va el morbo de coquetear con la mujer del prójimo y si no, que se lo digan a nuestra élite política que regala pactos con partidos políticos con los que juraron no aliarse seducidos por sus esposas-poder-dinero. 
Seducimos y nos dejamos seducir porque desde que nacemos hasta que morimos estamos total e irrefrenablemente condicionados a buscar el agrado en la sonrisa, falsa o hipócrita, de las personas que tenemos al rededor. Somos egoístas porque nuestra ley primera es auto satisfacernos. Los actos  altruistas se difuminan ante nuestro innato instinto de supervivencia. 
Sobrevivir a base de artimañas creativas  como hurtar sin descaro, mentir con perspicacia, maquillar sin pudor y hacer recortes con dinero ajeno. 
Sobrevivimos siguiendo a rajatabla la cadena trófica en donde  la cúspide está llena de la más maravillosa creación de -a rellenar por la creencia teológica individual- : el Ser Humano.
Servimos a destajo para ser felices a toda costa y entre nosotros mismos nos peleamos por estar cada vez más arriba de esa cúspide. No debes fiarte de la sonrisa atenta de quien te escucha con pasión porque bajo su brazo tendrá un libro titulado Cómo influir en los demás. Infieles, corruptos y manipuladores. 
Pero todo cambia cuando la ves, cuando la sonrisa no es ensayada frente al espejo si no que brota de la más natural de las cavidades del pecho; cuando extiende una mano no para recibir si no para regalar; cuando las palabras dichas por sus labios tienen ese acento original y pausado. Todo cambia cuando el anciano te agradece un asiento en el metro con un tierno y tembloroso "gracias"; cuando el bebé te sonríe con la boca manchada de chocolate y te pide más. 
Todo cambia cuando la infidelidad, la malicia y el instinto de supervivencia se convierten en lo que deben ser: adjetivos puntuales propios de animales políticos que existen para que el corazón derretido por el roce de esa piel cobre sentido y haga valer la pena no quedarse inmóvil al borde del camino y te haga volar.  

Semana. Domingo.

  7 Domingo.  La resaca de los domingos le produce gastritis, malestar que no le deja el vino. La tregua del día anterior se rompe con la...