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Jueves.
Esa noche olvidó apagar el televisor antes de dormirse, y durante las largas horas que hacen de puente entre el miércoles y el jueves soñó con un perro que saltó desde un quinto para salvar a su bebé humano de ser atropellado por un coche; que había invertido en bolsa y había perdido todo su dinero; que la cafetería a la que iba con su madre de pequeña la había quemado un exorcista borracho; que un asesino entraba a su casa a matarla porque tenía sus propias llaves…
No volverá a dormirse con la televisión encendida, el canal de noticias 24 horas no ayuda a su mente inquieta a descansar en paz.
El primer café del día tiene un efecto desvanecedor en su vida, con el primer sorbo que trae consigo una inevitable aspiración de su aroma por la nariz, siente que las noches pierden protagonismo, reconoce que son solo seis o siete horas del día, que tiene más de 15 horas diarias para borrar la densidad de la oscuridad y dejarse imbuir por la claridad que entra por su ventana a las siete de cada mañana.
Ese sorbo deja como resultado una comisura de los labios arqueada en una mueca cálida de ella hacia ella misma.
Aspira de nuevo dentro de la taza, sonríe y se reconoce. Sabe que desde que se sintió atraída por el cambio de chocolate con leche al café con leche, su edad adulta había comenzado, como cuando tuvo su primera regla o sintió que el vino había dejado de resultarle amargo y desagradable y se había convertido en una enófila reconocida.
Distraída mordisqueando una galleta integral pronuncia en voz alta sin darse cuenta su mantra favorito: “algo va a suceder”. Sonríe de nuevo.
Al salir de casa, dentro de su bolso de entre diario, su Kindle, las llaves, el monedero y una tarjeta de presentación con una hora y una dirección escrita en tinta negra que acaricia con delicadeza antes de meter también su teléfono móvil. Está preparada para salir a comprobar que la cafetería no fue quemada por un exorcista borracho. Anota mentalmente en su lista de cosas por hacer: “no volver a dormir con la televisión encendida”, y hace un guiño por su jugarreta mental.
Solo le queda un día más.
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