Existen tantos tipos de guerra… Está la
guerra de almohadas, la guerra de los precios, la guerra nuclear, la guerra
sinsentido, la guerra contra el sobre peso…
Existen muchos tipos de guerra pero todas
ellas las podemos compendiar en una sola imagen, la que pongo al lado.
Todas ellas, la guerra de almohadas sobre
todo, acaban explotando (depende de la relación de los/as soldados/as) en cantidades de besos y mimos; arañazos y
puñetazos; muerte y desolación; muerte y desolación; muerte y desolación.
No importan los motivos que pulsen el “On” a la Guerra, los/as involucrados/as serán
siempre los/as mismos/as: los/as políticos/as ávidos de poder, los/as
políticos/as con un ego más grande que la Torre Eiffel o peor aún, los Mercados
tan bien custodiados que ni siquiera sabemos quiénes son; o ¿acaso sabemos
quiénes son los Mercados? Sí, esos mismos que ahora rigen la macroeconomía y la
globalidad.
Si analizamos la imagen, vemos un sinfín
de tonos de color rojo y negro que nos envuelven en el más puro furor de la
pasión que, al fin y al cabo, es la que nos hace actuar o no de una manera u
otra. Pasión, fuego enardecedor que quiebra los hilos del tiempo que vemos tan
recto como la estela de un avión en el cielo y hace que, como pocas veces, lo
veamos como un Donut mal hecho por Panrico;
esa misma pasión que hace que nuestros dirigentes tomen pésimas decisiones y
lleven a nuestros ejércitos a unas guerras que lejos están de la belleza de los
tonos rojizos para quedarse varadas en la desgracia, el hambre, la tortura, la
muerte, el pánico, el trauma y la pérdida de fe.
Ni Aznar cuando nos “metió” en la Guerra
de Irak, ni Rajoy que nos “vende” a los japoneses -así es, arrastrado y humillado nos vende al
“mercado” de unos Juegos Olímpicos que perdimos ante ellos- representan la
bondad de las personas de a pie que mezclan cada mañana su acuarela de colores
para dibujar la mejor de las sonrisas ante una realidad tan distorsionada y tan
opaca que refleja las mentiras que nos
regalan nuestros presuntos mandatarios en sus particulares Clubs de la Comedia.
No sólo la Guerra termina explotando como
en la fotografía, nuestra pasividad debe acabar de explotar como un chicle de
pica-pica al ser mordido y demostrar que estamos rellenos de algo más que
idiotez y pasotismo.
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