lunes, 7 de octubre de 2013

Tonalidades

Existen tantos tipos de guerra… Está la guerra de almohadas, la guerra de los precios, la guerra nuclear, la guerra sinsentido, la guerra contra el sobre peso…
Existen muchos tipos de guerra pero todas ellas las podemos compendiar en una sola imagen, la que pongo al lado.
Todas ellas, la guerra de almohadas sobre todo, acaban explotando (depende de la relación de los/as soldados/as) en  cantidades de besos y mimos; arañazos y puñetazos; muerte y desolación; muerte y desolación; muerte y desolación.
No importan los motivos que pulsen el “On” a la Guerra, los/as involucrados/as serán siempre los/as mismos/as: los/as políticos/as ávidos de poder, los/as políticos/as con un ego más grande que la Torre Eiffel o peor aún, los Mercados tan bien custodiados que ni siquiera sabemos quiénes son; o ¿acaso sabemos quiénes son los Mercados? Sí, esos mismos que ahora rigen la macroeconomía y la globalidad.
Si analizamos la imagen, vemos un sinfín de tonos de color rojo y negro que nos envuelven en el más puro furor de la pasión que, al fin y al cabo, es la que nos hace actuar o no de una manera u otra. Pasión, fuego enardecedor que quiebra los hilos del tiempo que vemos tan recto como la estela de un avión en el cielo y hace que, como pocas veces, lo veamos como un Donut mal hecho por Panrico; esa misma pasión que hace que nuestros dirigentes tomen pésimas decisiones y lleven a nuestros ejércitos a unas guerras que lejos están de la belleza de los tonos rojizos para quedarse varadas en la desgracia, el hambre, la tortura, la muerte, el pánico, el trauma y la pérdida de fe.
Ni Aznar cuando nos “metió” en la Guerra de Irak, ni Rajoy que nos “vende” a los japoneses  -así es, arrastrado y humillado nos vende al “mercado” de unos Juegos Olímpicos que perdimos ante ellos- representan la bondad de las personas de a pie que mezclan cada mañana su acuarela de colores para dibujar la mejor de las sonrisas ante una realidad tan distorsionada y tan opaca que refleja  las mentiras que nos regalan nuestros presuntos mandatarios en sus particulares Clubs de la Comedia.
No sólo la Guerra termina explotando como en la fotografía, nuestra pasividad debe acabar de explotar como un chicle de pica-pica al ser mordido y demostrar que estamos rellenos de algo más que idiotez y pasotismo.

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