Cuando el tiempo decide tener su propia identidad y toma la
iniciativa de ralentizarse de tal manera que, cuando crees que han pasado 3
segundos lo único que ha pasado es que ese mismo tiempo te ha guiñado un ojo
diciéndote... "He aprobado leyes y enmiendas para que el rey (el Viejo)
siga estando por encima del bien y del mal".
A parte de las preguntas básicas que despiertan los saltos
en el tiempo y la rapidez del mismo, tenemos otras que suscitan inquietud en
medio de los súbditos ¿Por qué Rajoy está tan pero tan desesperado por aforar
al rey? ¿Por qué ni siquiera ha querido pactar, dialogar o consensuar con los
demás grupos parlamentarios tan importante y desigual decisión? Son exactamente
las mismas prisas que te entran cuando has hecho una fiesta en casa sin permiso
y tus padres llegan antes de tiempo y tienes que correr a tirar la basura en
bolsas negras y esconder las evidencias bajo los sofás. ¿De qué tiene miedo el
rey? ¿Qué delitos guarda bajo el sofá para que decida correr a buscar bolsas
negras antes de que la Justicia en España sea, por fin, aparentemente, igual
para todos los que pisamos este suelo?. Es todo muy raro, turbio y la Monarquía
brilla por su ausencia total de democracia, de transparencia, de moral y
ejemplo.
El tiempo pasa veloz y en un abrir y cerrar de ojos tuvimos
reformas de ley y aforamientos indeseados. ¿Qué hará entonces el PP en el
tiempo de legislatura que le queda? Quizá llevar a caballito al viejo rey para
que su pierna mala no sufra más daños.
El tiempo duele más cuando hay hambre, cuando hay frío y
cuando te sientes totalmente desprotegido por un Estado que, si bien no exagero
demasiado, me recuerda a... "Todo para el pueblo pero sin el pueblo".
Quien diga que esto es una hipérbole, que me diga si a él o a ella le
preguntaron si quería a Felipe VI como rey.
Ya no sólo es cuestión de dinero o legitimidad de una
Monarquía rancia, es cuestión de hacer el paripé, votar un contundente "No
a la Monarquía parlamentaria" y luego manipular lo resultados, total,
nuestro Padre Estado aún cree que somos pequeños y lo que decimos es sólo fruto
de la mala influencia de nuestra amiga imaginaria llamada Libertad y, para
quitarnos ilusiones de la cabeza, nos contrata a una excelente psicóloga, Doña
Corrupción.
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