Me doy cuenta de lo extraordinariamente ilusa que soy cuando seguí, aunque con cierta apatía, la coronación del nuevo Rey; creo que una parte,
esa pequeña fracción compuesta por átomos utópicos e ineficaces de fe y
esperanza, esperaba que, ya que teníamos que tener un nuevo Rey, cometiera
alguna heroicidad irreconocible en tiempos de guerra pasiva tal y como los que
vivimos ahora. Creo que esa nimia parte de mí aún conserva la descreída y
burlada confianza de que todo mejorará. Pero, sin duda, te despiertas una
mañana, abres el periódico de turno y te encuentras con que el Estrecho de
Gibraltar vive la oleada de pateras más numerosa desde 2010 con 231
subsaharianos intentando besar el suelo europeo y piensas… “Vale, todo sigue
igual de turbio, preocupante y huérfano”.
Esa misma mañana decides con criterio y aceptación que algo
tiene que cambiar, que si no es el mundo el que cambia, tú harás que el mundo
cambie y pasas a la siguiente página del mismo periódico y te topas con que uno
de los servicios más solicitados en los hoteles son los psicólogos para perros
y, una vez más se te ilumina la bombilla y vislumbras que el mundo está loco;
pero no de esa locura que te hace ver elefantes dentro de boas constrictor, no.
De esa locura que te hace señalar con el dedo a quien juzgas sin compasión o de
esa misma locura que hace llamar “rescate” a la captura de las pateras ilegales
que atracan en el territorio español. La palabra “rescate” así como “por el
crecimiento del país”, “recortes” y otros eufemismos son como los parches de
nicotina, calman la necesidad de control y poder sobre el pueblo pero no sacian
el deseo y el placer de los mismos.
Estamos subordinados a las palabras bonitas, biensonantes y
literarias que decoran y edulcoran la realidad putrefacta cual defecación con un desafiante moño de fiesta y perfumado por litros de Calvin Klein.
No nos equivoquemos, no compremos la verdad por ser vendida
como tal, no caigamos en la estafa del paquete chileno porque siempre habrá
alguien más listo que nosotros, sólo sé precavido e incluso curioso, abre el
envoltorio y descubre el fajo de recortes de periódicos tan elaborados,
ilegibles y engañosos como el propio periódico.
Pero lo siento, la verdad ya está comprada y, como decía
antes, alguien más listo que tú ya la tiene en su poder, así que, como todo lo
que en el mundo está monopolizado, habrá que conseguirla de forma ilegal, que
es como mejor saben las cosas.
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