No quiero envejecer. Me niego en redondo a dejar de ver un cordero dentro de una caja mal dibujada. Me niego de lleno a no creer que el asteroide B 612 existe. Me niego a ser de las que dicen: "hay que ver para creer". Afirmar que son los angelitos los que hacen pis y por eso llueve no forma parte de la inmadurez, de la inocencia, de la inconsciencia. Creer que los truenos son los rugidos enfadados de Zeus te diferencia del 99% de los seres humanos que entregan a su raciocinio el control absoluto de sus pisadas sobre el pantano pidiendo a la densidad del mismo que no deje que sus cuerpos se hundan en el irremediable vómito de un derrumbe al pie de la carretera. Las arenas movedizas son sólo cuestión de fe, de no moverse y esperar a que llegue el elefante de turno a rescatarte con su larga y generosa trompa.
No quiero ver los Polos derretirse y decir que es una consecuencia normal debido al desarrollo positivo de la sociedad; no quiero ver cantidades desorbitadas de animales muertos para el consumo exagerado de los humanos y decir que para eso nacieron; no quiero hablar de política y que automáticamente se compare con corrupción; me niego a pensar que el amor no existe, a verlo como una simple transacción burocrática; me niego a simplificar el mundo y sus maravillas a un asunto meramente numérico, vacuo o económico. Me niego a ser grande si eso significa dejar de saltar sobre los charcos, dejar de besar bajo la lluvia porque se encrespe el pelo o dejar de imitar el humo del cigarrillo con el vaho de las tardes frías y lluviosas.
Rechazo ser adulta si tengo que sincronizar mi felicidad a la cantidad de monedas que hay en mi cuenta bancaria o si tengo que agachar la cabeza y empezar a elegir entre lo menos malo o, peor aún, si tengo que dejarme en manos de la razón que es capaz de justificar hasta los hechos más malvados y atroces.
Reniego de la adultez si es significado de hipocresía, de sonrisas vendidas y compradas, de charlas falaces, de ambiciones sin vergüenza, de besos obligados, de apretones de mano con el puñal a la espalda, de corbatas asfixiantes, de tacones insoportables, del amarillo de los dedos por culpa del cigarrillo diario, de decisiones por presión social o familiar, de protocolos sin sentido y de reverencias pactadas.
Si ser adulta es ser cuadriculada y hablar de la Bolsa y el Ibex... Dios! Seré Niña Perdida para siempre buscando Nunca Jamás.
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