Ya lo decía Cicerón: “el sometimiento a la ley es
garantía de libertad”. ¿Verdad, Sr. Juan Carlos?, ¿usted también lo cree, Sr.
Gallardón?. Sin duda, después de percibir tan dignos ejemplos de igualdad y
justicia en medio de nuestra sociedad resulta impensable que cualquiera de
nosotros dude de la valía y poderío de las leyes. Nos sentimos protegidos por
el Estado y avalados por su honorabilidad. No entiendo por qué nos quejamos con
agudas críticas si nosotros derramamos nuestra soberanía en las personas que
bien nos vendieron su buena imagen, fidelidad y compromiso.
Tenemos lo que quisimos porque cada voto y cada
cabeza hicieron subir a quien ahora no quiere bajarse del pódium. Sumamos
sufragios para crear bienestar y cercenamos tristezas y desengaños para hacer
ganar al PP buscando en su tradición la estabilidad que la sonrisa de Rajoy
guardaba entre dientes para luego mostrárnosla con sus afilados colmillos tan
faltos de personalidad que están roídos por los impulsos de sus ministros.
Para que la libertad sea tangible debe ser la expresión
máxima de la voluntad general, todos sometidos por decisión propia, y no
esclavos de la ley escrita por el arbitrio de un déspota. Sr Gallardón, no me
refiero a usted con su ley del aborto, no. No nos cabe duda de que nosotras las
mujeres carecemos de sentido común y moral y, por ello, le damos las gracias
por elegir por nosotras cuándo ser madres y cuándo no. ¡Qué haríamos sin la luz
y espiritualidad que desprende su ideología tan llena de ética y valores!.
Menos mal (o gracias a Dios, según se mire) lo tenemos a usted.
Es realmente satisfactorio respirar la plenitud que vive
la democracia española actual, está en sus mejores años: joven, fuerte y
vigorosa; la política es transparente y rinde cuentas de sus facturas, los
jueces son imparciales y la ciudadanía ejerce sus derechos y los defiende.
Empezamos año estrenando kilos de más, dinero de menos y la misma realidad viciada maquillada con pinturas de agua en un malecón que deja a su paso sólo un borrón imperceptible propio de una obra pictórica moderna abstracta.
Empezamos año estrenando kilos de más, dinero de menos y la misma realidad viciada maquillada con pinturas de agua en un malecón que deja a su paso sólo un borrón imperceptible propio de una obra pictórica moderna abstracta.
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