Un buen final es casi tan necesario como un buen principio.
Claro que hay quien dice que lo que bien empieza, bien acaba. Sin embargo, creo
que lo único realmente necesario es un buen proceso creador, un adecuado
desarrollo de las circunstancias para que sean capaz de generar una buena
consecuencia.
Es como cuando te vas de viaje largo en coche y te lo pasas
mejor en la carretera que en la meta al final del camino. Esa idea es fácilmente aplicable a la mayoría
de los aspectos, salvo cuando se trata de escribir un texto. Cuando tienes que
plasmar en una hoja de Word ideas fantásticas, frases innovadoras que cautiven,
que enganche, que hagan sonreír, pensar o llorar no importa si tuviste que
tomar pastillas para el dolor de cabeza, si tuviste que renegar o maldecir por
no tener inspiración o si te zampaste miles de magdalenas por la frustración de
no tener nada qué decir. Cuando se trata de escribir no importa en dónde estés,
con quién o haciendo qué; lo único realmente importante para los demás es el
producto finalizado, publicado y, lo vital y necesario, leído.
A nadie le importa si Van Gogh perdió la oreja peleando con
el gran Paul Gauguin o si la perdió rasurándose la patilla; lo que se valora es
su arte, las miles de posibilidades que llenan nuestras pupilas al contemplar
la hermosura que sus manos crearon.
Concebir una obra de arte (del arte que sea) es entendido
para mí, entonces, como hacer el amor: tan importante la primera caricia como
el orgasmo final.
A medida que vas madurando, comprendes que las cosas no son
ni blancas ni negras, que hay cientos de matices, desvanecidos, contrastes y
perspectivas que te obligan a entrecerrar los ojos para buscar el Wally de cada
embrollo o las 7 diferencias que hacen que agudices tus sentidos para poder
valorar la obra terminada o para poder aceptar y comprender que las personas
somos como “La persistencia de la memoria” de Dalí pero sin terminar, que nos
construimos y borramos a cada segundo, que no somos inamovibles y que nuestras
vivencias son nuestras piezas de lego en manos de niños caprichosos.
Por todo ello, la sonrisa es tan importante como el motivo que la llevó a marcar las arrugas en la cara y un texto publicado puede ser tan bueno o malo dependiendo de los minutos que pases delante de la pantalla y del preservativo que te pongas -o no- para darlo a luz.
Por todo ello, la sonrisa es tan importante como el motivo que la llevó a marcar las arrugas en la cara y un texto publicado puede ser tan bueno o malo dependiendo de los minutos que pases delante de la pantalla y del preservativo que te pongas -o no- para darlo a luz.