¿Qué debes hacer cuando lo que creías una verdad
incuestionable empieza a ser motivo de debate? Tiene que ser tan devastador
como cuando se dejó la doctrina teocéntrica para ser el ser humano la “mano que
mece la cuna” y que el ego de nuestra raza conquiste cumbres inexpugnables
coronadas de orgullo y de la supremacía de la sensatez y latente raciocinio del
que tanto alardeamos.
A pesar del continuo llamamiento de algunos afines de la
vanagloria humana a levantar los puños en señal de poder, nos enardece cotejar
que estamos asiduamente invadidos por confusas señales que, lejos de esclarecer
nuestra realidad, nos convierten en miopes incapaces de enfocar que quienes
mueven los hilos que nos debería llevar a la felicidad y plenitud se quedan con
el 99% más IVA de la totalidad de nuestras oportunidades de superación
dejándonos sólo lo poco o nada que queda en nuestro campo de visión, es decir,
nuestra nariz.
Nos dictan desde la tarima con una euforia fingida,
estudiada y eficaz las mentiras que queremos oír, que necesitamos escuchar para
creernos las falacias típicas de quien sabe las respuestas del examen tipo test
y juega con la incertidumbre de la clase afirmando cosas como, por ejemplo, que
España va en ascenso, que sale de la crisis y que “hay esperanza”. Como no se
refiera a la expresidenta Aguirre, yo no veo esperanza la política actual. O si
no, que se lo digan a ese aumento del 11,3% de suicidios y a ese tercio de
niños en España en riesgo de pobreza. La esperanza tiene tintes diferentes
dependiendo de si la pronuncias en la Moncloa o si la buscas en Vallecas. El
paro y el desempleo se ve diferente dependiendo de si el sueldo lo recibe la
Princesa o si lo recibe el camarero del bar de al lado.
Estamos experimentando una especie de cortocircuito cerebral
de la misma manera en la que el teléfono le roba el magnetismo al abono de
transporte y estamos tan obstruidos por las capas y capas de grasa de la comida
basura que la sangre no nos llega al corazón y nos quedamos fríos e inertes al
borde del camino. Nos acurrucamos en la sonrisa
de Joker y esperamos a que pase el vendaval mientras su fuerza nos destruye y
arrastra hasta la playa más cercana.
Sé y confío en que aún nos queda esperanza, pero no está en
tu gobierno, Sr Rajoy, ni en tus medidas, apreciado Luis de Guindos. La
esperanza está incubándose en nuestras entrañas como sólo se gestan los más
terribles y mortíferos virus.
Corran. ¡Fuga! Porque la soberanía es nuestra, porque la esperanza es nuestra.
Corran. ¡Fuga! Porque la soberanía es nuestra, porque la esperanza es nuestra.
Leerte cada semana, le brinda alegría y un respiro fresco a mi vida. Tienes un potencial increíble como escritora, tus letras son tan fáciles de entender que cualquier lector puede perderse en ellas, tu forma critica nos permite abrir los ojos y ver de otro manera situaciones que quizá nunca nos paramos a analizar; por esto y muchísimas razones, deseó y espero que ganes los premios, porque te li mereces y se que te ayudara a seguir confiando en ti misma como la gran escritora que eres. Éxitos! Ya sabes que la suerte es para perdedores.
ResponderEliminarGracias por creer cuando ni yo misma creo.
EliminarFelicidades por lo que escribes, he votado en tu blog y te deseo suerte en el concurso, recuerda lo que dijo un viejo amigo; Facundo Cabral: ¡No digas no puedo ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio, y te lo recordará cada vez que lo intentes! Un Saludo.
ResponderEliminarApreciado anónimo, anónima?
EliminarPrimero, mil gracias por votar por mí, por regalarme tu tiempo y, nunca mejor dicho, tu voto de confianza.
Me gusta lo que dice tu amigo Facundo Cabral, es una verdad tan grande y aplastante como afirmar que el "No te salves" de Benedetti es mi Constitución.
Mis mejores y más sonrientes saludos.